Es cierto que el gaucho vive sin lujos, pero el gran rasgo de su carácter es su falta de necesidades: constantemente acostumbrado a vivir al aire libre y dormir en el suelo, no considera que agujero más o menos en el rancho lo prive de comodidad. No es que no le guste el sabor de la leche, pero prefiere pasarse sin ella antes que realizar la tarea cotidiana de ir a buscarla. Es cierto que podría hacer queso y venderlo por dinero, pero si ha conseguido recado y buenas espuelas, no considera que el dinero tenga mucho valor: en efecto, se contenta con su suerte; y cuando se reflexiona que, en la serie creciente de lujos humanos, no hay punto que produzca contentamiento, no se puede menos de sentir que acaso hay tanta filosofía como ignorancia en la determinación del gaucho de vivir sin necesidades; y la vida que hace es ciertamente más noble que si trabajara como esclavo de la mañana a la noche a fi n de obtener otro alimento para su cuerpo u otros adornos para vestirse. Es cierto que sirve poco a la gran causa de la civi-lización, que es deber de todo ser racional fomentar; pero un individuo humilde que vive solo en la llanura sin fi n, no puede introducir en las vastas regiones deshabitadas que lo rodean, artes o ciencias; puede, por tanto, sin censura, permitírsele dejarlas como las encontró, y como deben permanecer, hasta que la población, que creará necesidades, invente los medios de satisfacerlas.
Este interesante testimonio propone una mirada distinta de la “indolencia” del gaucho.
Francis Bond Head, Las pampas y los Andes, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, p. 22
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