• De una economía de subsistencia a una economía de excedente
Cuando las sociedades sólo producen para satisfacer sus necesidades de alimentación y abrigo se dice que practican una economía de subsistencia.
Con el descubrimiento de la agricultura y con la división del trabajo, los seres humanos comenzaron a producir más de lo que necesitaban para subsistir. A este tipo de economía, que permite producir más de lo que se puede consumir, los historiadores lo llaman economía de excedente.
Por primera vez comenzaron a sobrar alimentos. A partir de ese momento, con la comida asegurada, las sociedades pudieron disponer de mayor tiempo para dedicarse a otras tareas.
Con la economía de excedente, los pueblos pudieron almacenar alimentos para consumir-los en épocas de sequía y, además, realizar intercambios regulares, es decir, comerciar con otros pueblos. Al principio, este intercambio comercial se realizaba a través del trueque. Mediante este sistema, los excedentes se podían intercambiar por productos que la aldea necesitaba y no producía. La existencia del excedente permitió también que un sector de la población abandona-ra el trabajo de la tierra para dedicarse a otro tipo de actividades. Algunos grupos comenzaron a especializarse en otros oficios. Así surge una primera división social del trabajo.
Las sociedades siguieron siendo agrícolas, porque la mayoría de la población trabajaba en la agricultura y la ganadería, que eran las actividades económicas principales. Pero aparecieron otros grupos sociales: comerciantes, artesanos, sacerdotes, soldados, gobernantes. La economía de excedente permitió que estas personas, que no trabajaban en la agricultura, pudieran alimentarse de lo que producía la mayoría. De este modo, comenzaron a reflejarse las diferencias de riqueza y de poder en la sociedad.
El desarrollo de la vida sedentaria, las nuevas formas de organizar la economía en las aldeas y la diferenciación social plantearon la necesidad de construir viviendas más cómodas, y edificios, como los templos, donde se almacenaban las cosechas, se realizaban ceremonias religiosas y se ejercían las funciones de gobierno.
Poco a poco fue diferenciándose el espacio rural de un nuevo espacio: el urbano. Las primeras ciudades se convirtieron en verdaderos centros de poder. Estas ciudades-estado tenían un gobierno central, fuerte y organizado. Desde este momento, allí vivirían gobernantes, funcionarios, sacerdotes, comerciantes, es decir, todos aquellos que no producían su propio alimento, sino que vivían del excedente producido por agricultores y pastores.
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